viernes, 12 de junio de 2009
Mario y el gorrión
Mario tiene 10 años, vive junto a sus padres en una casita de Cazalla, su padre se dedica a la agricultura y su madre a las tareas de casa y a cuidar de él. Todos los días a las ocho de la mañana un autobús lo recoge para llevarlo al colegio.Mario es un chico muy simpático, es muy amigo de sus compañeros de clase y ellos están muy pendientes de él, hasta que toca el timbre del recreo y todos salen corriendo para jugar al fútbol, todos menos él y su silla de ruedas, en la que está sentado desde los 8 años cuando se cayó por una montaña cerca de su pueblo, que hizo perder sus piernas. De lunes a viernes su madre espera el regreso del autobús junto a la carretera para acompañarlo a casa pues el camino es malo y Mario no puede hacerlo sin su ayuda. Después de comer y hacer los deberes a Mario le gusta salir a la puerta de su casa para ver pasar a los gorriones que vienen de comer.Estaba apasionado por ellos, lo sabía absolutamente todo de ellos, disfrutaba cada año cuando venían y se entristecía cuando se iban pues era frecuente que pasaría algunos meses sin verlos. Hasta tal punto era su pasión que a veces imaginaba que era uno de ellos y volaba libremente sin tener que utilizar la silla de ruedas y la ayuda de los demás. Un año más, estaban a punto de llegar y Mario salía todas las tardes a esperarlos, casi inapreciable escuchó un leve trompeteo poco a poco el sonido se hizo mayor. ¡mamá ya están aquí!.Observó que una de los gorriones se retrasaba respecto a sus compañeros y que perdía altura, cada vez le costaba más trabajo volar hasta que cayó al suelo.Mario empezó a empujar la silla con todas sus fuerzas para dirigirse donde había caído el ave, estaba lejos pero tenía que ayudarla. Cuando llegó vio que estaba herido en un ala, algún cruel cazador le había disparado.Lo curó y lo cuidó durante semanas; el lindo gorrión empezó a ponerse bueno. Y Mario, triste porque sabía que le quedaba poco tiempo juntos, aprovechaba los días más con el. Le puso el nombre de Paquito, porque le hizo gracia. Paquita se tuvo que ir volando desde su ventana pasados unos días. Hoy en día, de vez en cuando, el gorrión se posa en la ventana mientras Mario duerme, Mario se siente feliz de poder haberlo ayudado.
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